Hace algunos días el Ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, declaró en una entrevista que desde el Gobierno Nacional no apuntan a bajar el gasto público, además justificó la determinación diciendo que no existe evidencia de países que hayan crecido bajando el gasto público. Para desgracia de los argentinos, el ministro Guzmán no sólo es incapaz de entender el problema fenomenal que tiene nuestro país, sino que además miente.
Para abordar estos asuntos siempre es mejor ir primero a los datos. De acuerdo con el Ministerio de Economía, entre 1997 y 2017 el gasto público del Gobierno Nacional creció 75% en términos del PIB, el gasto público provincial lo hizo en 57% y el municipal en 45%. Así llegamos en la actualidad a un nivel de gasto público consolidado en Argentina en torno al 46% del PIB. Este número es altísimo si lo comparamos con el promedio de los países de Latinoamérica y el Caribe que se ubican alrededor del 29,7% del PIB. O sea, Argentina gasta 56% más que los países vecinos y sus tres niveles de gobierno han colaborado para que así sea.
Sin embargo, en términos de crecimiento los últimos 35 años no han sido en absoluto fructíferos para nuestro país ya que tuvimos el peor desempeño de la región. Además, si analizamos la performance desde el año 2012 (momento a partir del cual el nivel de gasto se salió de control) al 2018, vemos que el PIB per cápita de Argentina se desplomó 8% mientras que el de Chile creció 13%, Colombia 16%, Uruguay 17% y Perú 23%. Brasil fue el otro país (junto con Argentina y Venezuela) que cayó en ese tramo, pero lo hizo menos que nosotros. Para resumir, desde que Argentina superó el nivel de gasto público del 35% del PIB en el año 2018 no sólo que no crece, sino que se empobrece.
Si salimos de Latinoamérica y nos comparamos con países más prósperos, vemos que el nivel promedio de gasto público de los países desarrollados de la OCDE se ubica en torno al 44% del PIB, es decir que el Estado Argentino gasta aún más que los estados de países cuyos habitantes son, por lo menos, tres veces más ricos. Esto no es un dato menor. Muy difícil seria encontrar a alguien en su sano juicio que siendo de clase media-baja pretenda convertirse en millonario gastando sistemáticamente por encima de sus ingresos, por el contrario, todos sabemos que en el mediano plazo quien opte por esta estrategia terminará ahogado de deudas y aún más pobre que cuando empezó. Es trágico que Argentina se haya empecinado en ese camino hace muchas décadas y todavía cree que pueda funcionar.
Por el otro lado, la evidencia empírica le sigue dando la espalda a Guzmán cuando afirma que no hay casos de países que bajaron el gasto y crecieron. Por nombrar algunos ejemplos que refutan los dichos del ministro podríamos citar la reforma sueca que, tras una larga crisis durante parte de los 80s y comienzos de los 90s, redujo gasto por 15 puntos del PBI en 7 años, pasando de un gasto 68% del PIB en 1993 a 53% en el 2000 (actualmente es menor al 50% del PIB). Otro caso de éxito es Irlanda, que de ser uno de los países más pobres de Europa, en tan sólo 12 años se convirtió en uno de los más ricos y mantiene hoy en día un gasto público en torno al 29% PIB. Por último, para citar una experiencia reciente, se encuentra Portugal, país cuyo gasto público pasó del 52% del PIB en 2014 al 44% en el 2018, ajustando 8 puntos del PIB en tan sólo 4 años.
La manera más eficiente que el mundo encontró para sacar gente de la pobreza se llama crecimiento económico, y el crecimiento económico lo genera el sector privado. Esta claro que el Estado, por definición, a lo sumo puede redistribuir la riqueza que otros generan, pero jamás podrá crearla. El gran problema del Estado Argentino es que impide la creación riqueza porque sistemáticamente ahoga al sector privado con altísimos impuestos, con altísima inflación y con deudas impagables que comprometen a la economía en su conjunto. Estos males son consecuencia directa de tener un sector público que gasta demasiado.
Es fundamental entender dónde estamos parados y qué debemos discutir. Tener un estado grande o chico es una discusión válida, pero que solamente se pueden dar el lujo de deliberar las sociedades que poseen riquezas suficientes para poder pagarlo. Hoy los argentinos no somos capaces de sostener tamaño Estado.
Por último, que no nos engañen, la discusión no pasa por cómo el Estado gasta el dinero o dónde lo redistribuye. Tal como explicó el Nobel Friedrich Hayek en 1945, ni el gobierno ni ninguna otra institución jamás podrá hacerse de la información necesaria para planificar la economía de manera exitosa. Hayek estaba en lo cierto, de otra manera Venezuela o Corea del Norte serían prósperos, los balseros migrarían desde Miami hacia Cuba y la URSS dominaría el mundo.
Juan Manuel Morález, economista, Fundación Nuevas Generaciones sede Neuquén