Muertes digitales y la crisis del periodismo

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 Por Matías Enríquez

La semana pasada las redes sociales (y varios medios de comunicación) se hicieron eco de una noticia falsa que daba cuenta de que el locutor Cacho Fontana y el ex entrenador Carlos Timoteo Griguol habían fallecido. El mismo día lunes de la aparición de la noticia, el propio Fontana desacreditó la noticia con un bendito “me tienen para rato” y el entorno familiar de Griguol hizo lo propio comentando el verdadero estado del legendario entrenador de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Los nombres de ambos fueron TT en twitter y alcanzaron más de cinco mil interacciones en Facebook, algo previsible debido a su popularidad y a ese don de queribles personajes. Si bien esto suele ocurrir en redes sociales, sí sorprendió en demasía que varios periodistas y medios fueron víctimas de estas fake news que tuvieron como paradoja su aparición, casi en simultáneo, en redes sociales y medios tradicionales.

 

No se percibe que esta difusión de noticias falsas se haya alineado en las frecuentes intencionalidades ideológicas y/o económicas que aparecen en las fake news. Sin dudas que la noticia sorprendió porque ha desnudado la profunda crisis que padece el periodismo y que, tristemente, pareciera que continuará sufriendo. La dictadura del clic con los ingresos económicos que éstos conllevan y el afán de contar con la primicia a toda costa y “cueste lo que cueste” deterioran el oficio periodístico y adulteran la verdadera esencia de su ejercicio profesional. Estas fake news revelaron la existencia de muchos periodistas que se han despedido del chequeo de la fuente, algo tan esencial como indispensable. Lo hemos dicho en reiteradas ocasiones: la mejor manera de combatir las fake news es a través del incesante chequeo, de ir a la fuente como materia prima de la noticia y de comprender que el fact checking no es propio de quienes verifican la información sino que debería ser un atributo sine qua non del oficio. 

 

El hecho también asombró a propios y extraños por la falta de respeto para con los familiares de las “víctimas”. La empatía es una cualidad fundamental del periodista y, en esta ocasión, pareció haber sido abandonada ¿Acaso aquellos periodistas que divulgan estas informaciones no piensan un segundo en los familiares que, tal vez, escucharon la noticia por la radio o la vieron en los portales gráficos padeciendo un disgusto enorme? “Opiniones libres, hechos sagrados” suele ser el cierre de las columnas del periodista Jonatan Viale. Sin dudas algo que calza perfecto a la hora de combatir la desinformación. Los hechos son sagrados y no se pueden andar siendo alterados por decisiones ideológicas o, como en este caso, por falta de profesionalismo.

 

Son estos tiempos donde erróneamente una gran porción de la sociedad interpela al periodismo por ser considerado “trabajo esencial”. El argumento para dicha crítica radica en que no pareciera ser del todo indispensable la gran cantidad de periodistas que circulan a lo largo y ancho del país, en los estudios radiales y televisivos o en las mismas redacciones gráficas, aumentando la circulación de personas. Indudablemente que la equivocación fue muy importante y exhibe cierta degradación en la profesión, lo cual alimenta más la teoría si realmente el periodismo es “esencial”. Pese a ello, sin dudas que lo es porque todavía hay un periodismo serio y responsable, que no abunda pero que sí existe, el cual es indispensable para que la ciudadanía esté informada en estos tiempos dinámicos de mucha incertidumbre.

 

Asimismo, asombró por su ausencia la poca autocrítica de muchos periodistas que hicieron la vista gorda respecto a sus errores no forzados. Colegas con mucha trayectoria e incidencia en la opinión pública que no hicieron mea culpa sobre sus errores y eso también va en sintonía con el deterioro de la profesión. Pero no se debe meter a todos en la misma bolsa. Hay quienes no se hicieron cargo pero también hay quienes sí, como el caso de Juan Pablo Varsky quien, pese a borrar el tuit desde su cuenta deportiva en twitter, manifestó que estaba bien que se sigan publicando las capturas de los tuits que informaban los falsos decesos porque “sirven para retratar el papelón”. Ese tipo de comportamientos no sólo dan cuenta de un serio y responsable profesionalismo sino que representan un salto de calidad a la hora de hacerse cargo, en tiempos donde muchos -y no solo periodistas- se hacen los distraídos y no asumen sus culpas en las decisiones que cometen.