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Neuquén.- Cuando uno quiere el poder hace todo y mucho más para alcanzarlo. El MPN es una maquinaria que, a la hora de defender o acumular poder, funciona a la perfección.

Juega y apuesta fuerte puertas adentro. Tras los muros juguetea con los partidos opositores a su gusto y placer.
En el plano interno, la cosa nunca puede estar tan bien. La sana convivencia en el ideario emepenista no existe. Siempre tiene que haber algún compañero a quien demonizar de manera que, en cada comicio interno, ganen los buenos.

La fórmula que hace más de 50 años imaginó Felipe Sapag funciona a la perfección.

Entonces, ¿por qué cambiarla? Sería una actitud suicida. El poder no es para cobardes.

Fronteras afuera del partido provincial los hilos se manejan de acuerdo a las urgencias y necesidades del momento.

El chichoneo con referentes extrapartidarios es uno de los mandamientos de la biblia que Don Felipe dejó a sus sucesores.

Así fue como Horacio «Pechi» Quiroga y Martín Farizano llegaron a la intendencia. Compitieron en elecciones. Lograron vencer al partido provincial pero, siempre, con una «ayudita» de algún sector emepenista.
En ambos casos, las sociedades de hecho, funcionaron a la perfección.

El MPN administrando el poder provincial y la capital en manos de referentes opositores familiarizados con el poder.

Si funciona tan bien, ¿por qué cambiar?.

En los próximos comicios municipales se abre la gran incógnita. ¿El MPN respetará a rajatabla el legado de Don Felipe o se arremangara para ir por la comuna capitalina?

El tema preocupa mucho más a los opositores. Las versiones, de todo tipo y color, indican que todos los aspirantes a suceder a «Pechi» Quiroga sueñan con contar con la bendición emepenista.

No es momento de dar nombres. Pistas, sí.

Todo candidato a intendente que mide entre 10 y 20 puntos, se creen con derecho a reclamar el mismo status societario que hasta el momento solamente lograron Quiroga y Farizano.

Habrá que ver si la sociedad se alcanza construyendo o mendigando Poder.