La chacra de José Mujica es un museo desordenado, una exhibición de las memorias del presidente saliente de Uruguay, que dice que, más que una vida, ha tenido una peripecia.
En las estanterías de la casa de campo de «El Pepe» en las afueras de Montevideo hay un busto del Che Guevara y otro del Papa Francisco; un retrato de Fidel Castro -que es una «reliquia», cuenta, «pero que está bien de la cabeza»- y dos iPads para leer la prensa; una foto del día de su proclamación como presidente en marzo de 2010 y una vieja bicicleta de carreras con la que ha recorrido medio país.
Afuera duerme su Volkswagen Fusca celeste, mundialmente conocido desde que un jeque árabe le ofreció un millón de dólares por él en una cumbre internacional en Bolivia.
«A esta gente de repente se les ocurre hasta comprar un par de zapatos de tu abuelo. son excentricidades», dice.
Con motivo de las elecciones presidenciales que acaba de celebrar su país, ganadas con más del 53% de los votos por su compañero de partido, el ex mandatario Tabaré Vázquez, José Mujica responde a las preguntas de BBC Mundo.
Con Manuela a sus pies, la perrita de tres piernas que a sus 18 años es ya casi tan famosa como su dueño.
Y con su esposa en la habitación de al lado, la senadora del Frente Amplio Lucía Topolansky, que mira la televisión.
«Bajá el volumen, vieja», le pide Mujica a la primera dama de Uruguay.
En los últimos años cientos de medios extranjeros han llegado al país intrigados por la vida del que ha sido bautizado como «el presidente más pobre del mundo», un calificativo que no le acaba de gustar.
«Eso me preocupa bastante, me preocupa por como anda el mundo», le dice a BBC Mundo.
«¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? Que vivo con poca cosa, una casa simple, que ando en un autito viejo, esas son las novedades? Entonces este mundo está loco porque le sorprende lo normal».
«Yo vivo como vive la mayoría de mi pueblo, en la política lo normal tendría que ser mi forma de vida», añade.
(Fuente: La Nación)