Neuquén.- El 4 de junio de 2011, la vida en Villa La Angostura cambió para siempre. Los árboles y las flores no volvieron a ser las mismas y los vecinos tampoco.
Aquel día, el volcán Puyehue de Chile comenzó a erupcionar y unos 5 millones de metros cúbicos de arena y cenizas volcánicas cayeron sobre el área urbana de la localidad.
La población no había sido notificada de posibles actividades en el volcán y de un momento a otro se vieron tapados por una nieve gris, que no era nieve.
Por aproximadamente seis meses, los vecinos de la villa no tuvieron luz ni agua. Los víveres se compartían y el Centro de Convenciones se convirtió casi en una iglesia o templo ya que era el único edificio con iluminación. Mantener el calor era difícil y los habitantes con menos recursos le enseñaban al resto a aislar el frío con papeles y a crear fuego duradero.
Villa La Angostura sufrió y el pueblo neuquino escuchó. Las múltiples donaciones llegaron y sumaron ante la inclemencia tan sorpresiva como nociva.
Sin embargo, la mayor complicación era la acumulación de la ceniza. Pero los vecinos no se doblegaron y salieron con sus palas y herramientas a limpiar la ciudad.
El resto es historia y hoy la villa brilla y muestra sus bellezas. Por un momento no hubo clases, no hubo disidencias. Sólo estaba el deseo de salir adelante frente a la tempestad natural.